Joaquín Molina pinta sus obsesiones. Realiza una arquitectura silenciosa mientras persiste en una travesía reparadora aunque, por momentos, amenazante. Los laberintos, imágenes de la cábala, y los símbolos en general, que Molina pinta son recorridos hacia el conocimiento, tan repletos de significados como los signos de creencias inmemoriales que pueblan desde hace años su obra. Por eso elige trabajar con ellos, con sus representaciones, ergiéndose en un constructor de encrucijadas. La sensualidad aflora en el uso de la materia. Molina es el hacedor de una obra que da ganas de tocar.
Gruesas capas de pintura conforman distintos relieves por los que Molina es conocido. Las texturas son su firma. Por siempre en control, Molina apenas deja entrever su anhelo de fuga. Nadie puede perderse en sus laberintos, todos tienen entrada y salida. Son paraísos custodiados antes que pesadillas consumadas”.
Victoria Verlichak
Asociación Argentina de Críticos de Arte
Gruesas capas de pintura conforman distintos relieves por los que Molina es conocido. Las texturas son su firma. Por siempre en control, Molina apenas deja entrever su anhelo de fuga. Nadie puede perderse en sus laberintos, todos tienen entrada y salida. Son paraísos custodiados antes que pesadillas consumadas”.
Victoria Verlichak
Asociación Argentina de Críticos de Arte